Nochebuena 1950

Nieve en la carretera










La “ Tafallesa” de dos pisos anuncia la llegada al pueblo, con su pitido silbante, entrecortado, rasgando el frío cielo azul. Los chicos y chicas del pueblo la divisan desde la cuesta de los gitanos y corren hacia la parada del autobús, en el taller de Recalde.
Comienzan a bajar los estudiantes, hijos, hermanos del pueblo, que vienen a pasar las vacaciones de navidad con los suyos. Las miradas se cruzan, saludos que reflejan alegría en los rostros, y contagian a todos los familiares que han ido a
esperarlos.
Se organiza el desfile espontáneo hacia las casas , con las pesadas maletas, testigos mudos de lo almacenado en los tres meses anteriores, en Salesianos, Escolapios, Maristas, Seminario, Teresianas, Providencia... El pueblo revive, se ilusiona, se llena de recuerdos, alrededor del hogaril, junto al abuelo sentado en el banco de escaño, animado junto a los leños de fuego chispeante, recordando con nostalgia los años pasados.
La madre calienta las piedras, para meterlas en los calcetines grandes de lana, y las botellas de agua, para templar las gélidas sábanas de las alcobas y cuartos. El padre, antes de ir a dormir, anuncia la comida del día siguiente: Migas con tocino y salchicha.
Llega la Nochebuena: La cena, con el cardo consabido de Arcaletes, La Carrera o Campo redondo, el asado y el rico turrón de Jijona, Alicante, Guirlache,
Torta de nieve, distribuido por la madre, en partes iguales, para que los hermanos no riñan. No pueden fallar tampoco los orejones y las ciruelas.
La partida a la lotería: Ambo, terna, quarta, quina; la partida a la brisca, la mona, la folla, el siete y medio.
De pronto, las campanas de nuestra iglesia, rasgan alegres la boira, espesa y penetrante, y anuncian en los hogares la misa “ del Gallo”.
El coro de la Iglesia transforma el ambiente y surge “ La Pastorela”, con triángulo, pandereta y órgano incluidos. Los fieles sonríen y participan en silencio, contagiados por la música, que, interpretada por maestría experta, penetra en lo más profundo de su ser y hace bullir sus corazones.

En el Ofertorio, el Tenor, paisano, desgrana el “ Adeste fideles”, que templa el ambiente y recorre la nave parroquial, para depositarse, como ofrenda, en el Ara de piedra antigua ( bardenera), junto a las ofrendas.
A la hora de adorar al Niño, no puede faltar el “ Cristianos venid”, con la Pandereta, el triángulo, y el órgano, magistralmente tocado por nuestro querido “ Coadjutor” de toda la vida.
A la salida, la gente se saluda y se felicita por tan alegre acontecimiento. Y.. después, los partidos de fútbol, en la era del pueblo, entre cuadrillas... la novenica del Niño, la rifa, los regalos, Ay del chiquirritín.. el Belén de las Monjas, con la aparición y desaparición del Angel.
El “ arrope”, bajo las astillas de leña, cubiertas por la nieve del corral, y...la matanza del “cuto”, con la quema de ollagas, guardadas en la “barda”, el raspado de la piel, con pedazos de teja, la barreña de barro, con la sangre del animal, para hacer el mondongo y capolar la carne en la cocina. Después de la matanza, las galletas de vainilla y el vino dulce de la Oliva, calientan los cuerpos del “ matacutos” y su cuadrilla, en la fría mañana invernal. Por la noche, el cerdo se refresca,”al sereno”, en el cielo estrellado, iluminado por la luna.

Y los Reyes Magos...Cuadrillas de “muetes”, con las cuberteras, que han saqueado de las cocinas de las casas, anunciando: “ Ya vienen los Reyes por el lavadero...” Y, el despertar del día seis, fantasía infantil: Juegos de bolos, platillos volantes “manuales”, roscos de anguilas, muñecas de trapo... Todo sirve para ilusionar y dar un “empujón”, de cara al crudo invierno que se avecina.

Antonio Villafranca Lecumberri

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